Testimonio
Soy Jorge, Vallisoletano de 37 años. Vivo con mis padres en Valladolid y actualmente tengo un trabajo de media jornada como taquillero en un centro deportivo.
Por fin sé lo que me ocurre, pero he pasado 35 años de mi vida, consultando de profesional en profesional sin que ninguno fuera capaz de dar un nombre que explicara todas mis dificultades.
TDAH (Trastorno de Deficit de Atención e Hiperactividad), fobia a las escaleras, dificultades para aprender, incluso algunos mucho peor, porque lo resumían en que yo era un vago o que mis problemas solo estaban en la cabeza de mi madre.
Yo intentaba seguir sus orientaciones, pero ninguna parecía ayudarme, y esto me creaba una gran frustración.
En el área de la salud, no tuve un diagnóstico claro . Y eso que acudí tanto al ámbito público, como al privado.
Probablemente las pruebas que me administraban no eran lo suficientemente específicas de los problemas que manifestaba y, los profesionales con los que me encontraba, tampoco sabían llegar a mí, y lo que dificultaba que pudiera trasmitirles de la manera más adecuada todo lo que me pasaba.
En general, he sentido que estos profesionales, en el mejor de los casos no me entendían, y en el peor de los casos trataban con escepticismo mi condición.
Esto me ha obligado a realizar un peregrinaje de especialista en especialista, encontrándome casi siempre con profesionales demasiado directivos, que sentía que situaban toda la responsabilidad en mí, es decir, todo el tiempo me decían lo que tenía que hacer, sin pararse a ver por qué no lo hacía o que dificultades tenía en lograrlo.
En la mayor parte de los casos terminaba las sesiones con angustia que me hacía ser cada vez más reticente a ver al profesional de nuevo.
En el momento en el que cursé mis estudios era el final de la EGB y el principio de la ESO, y entonces no se contemplaban los apoyos para adaptar el proceso de enseñanza de los alumnos con Necesidades Educativas Especiales, tal y como los conocemos ahora. Así que, como podéis imaginaros, yo no recibí ninguna adaptación.
En general, mis profesores, tampoco fueron de gran ayuda. Unos me hacían sentir que todo era culpa mía, que necesitaba estudiar más y nunca se plantearon de dónde venían estos problemas. Otros, sencillamente, parecían no saber muy bien cómo actuar.
En general, mi etapa escolar fue dura, me sentí muy desprotegido, por eso ahora la tengo como un agujero negro en mi memoria en el que prefiero no entrar.
Toda mi trayectoria en la etapa juvenil ha trascurrido sin un diagnóstico definitivo y con muchas dificultades sin respuesta, y creo que esto ha podido influir en las escasas oportunidades laborales que he tenido.
En las pocas opciones laborales que me he encontrado, y en los escasos trabajos que finalmente he conseguido, las dificultades para mantenerlos han sido enormes, y me he pasado el tiempo cambiando continuamente de trabajo.
De hecho, conseguí aprobar una oposición y entré a trabajar en el área de limpieza, pero desde el principio dijeron que no iba a pasar el periodo de prueba. Y así fue, no supieron darme los apoyos que necesitaba, ¿cómo van a hacerlo si ni siquiera tenía un diagnóstico afinado que pudiera servir de guía? No obstante, tampoco sé si esto hubiera ayudado, porque en el resto de los empleos que he tenido, la poca ayuda que me han prestado, casi siempre iba muy desorientada.
En el área de servicios sociales, siempre he sentido que no me entendían.
Las preguntas que, todavía a día de hoy me hacen, están poco relacionadas con mi situación y eso hace que me cueste mucho dar una respuesta. Supongo que esto habrá influido en que me denieguen el reconocimiento de dependencia cada vez que lo he solicitado.
El reconocimiento de discapacidad si lo tengo, de hecho, recuerdo que cuando me lo dieron, no tuve una sensación negativa, sino que lo que pensé fue, “con este porcentaje de discapacidad…yo lo que tengo es mucho mérito por haber llegado hasta aquí”.
En general, siempre he tenido la sensación de que los profesionales a los que acudía, no me entendían y por tanto no podían ayudarme. Esto me ha llenado de inseguridad y frustración.
Soy Jorge, una persona con autismo.