Testimonio

A los 8 años le diagnosticaron Autismo de Grado 1 sin discapacidad intelectual asociada. Cuando iba a la guardería observaron que no jugaba como el resto de niños y que tenía constantes llamadas de atención.
Su desarrollo en el entorno escolar siempre se vio dificultado por las peculiaridades de su comportamiento. A menudo, recibíamos notas en su agenda, ya que en ocasiones entorpecía el ritmo de la clase. Le costaba respetar los espacios, se levantaba y se pasaba el día haciendo ruidos. Estos comportamientos hacían que sus compañeros no entendieran muy bien lo que le pasaba a Dylan y eso hacía más difícil abordar las situaciones que se creaban en clase.
Con respecto a los exámenes se bloqueaba solo con ver el número de preguntas y a veces no llegaba a ver el contenido. Llama la atención que “siempre nos dijeron que era un niño muy bueno en memoria, lo que les hizo pensar que pudiese ser un niño de altas capacidades”, “en inglés iba fenomenal”, pero a pesar de ello empezaron a llegar los suspensos y su nivel de frustración aumentaba. En esos momentos me di cuenta que faltaba mucha información y formación por parte del profesorado acerca del Trastorno del Espectro del Autismo (TEA).
En casa la situación empeoraba, el momento de estudio generaba una reacción muy negativa, que sumado a la frustración que acumulaba durante la mañana, hacía que se generasen situaciones conflictivas con el entorno familiar. Además, él estaba cada vez más irascible y sensible a todos los estímulos, los ruidos le molestaban cada vez más, estuvo un año sin salir apenas de casa.
Me acuerdo una vez yendo al supermercado, como una señora mayor se dirigió a mi hijo diciéndole: “Eres un niño mal criado”, ya que no entendía porque no paraba de moverse y acercarse mucho a los productos. Yo le respondí: “Señora no hable así a mi hijo, no sabe lo que le pasa, y por qué reacciona así. Mi hijo tiene TEA y tiene la necesidad de moverse en tiempos de espera, no es que sea un mal criado”.
Ante este tipo de situaciones pienso que la sociedad aún sigue teniendo prejuicios o un desconocimiento sobre el autismo, así que nos queda un largo camino por recorrer.
Otra cosa que me molesta mucho es que los medios de comunicación no sean precisos cuando tratan el autismo. Sin ir más lejos, hay series de televisión que no lo enfocan bien ya que generalizan mucho.
No todas las personas con TEA son iguales, y en las series parece que todos son genios, o que son fríos. También, en la radio, en más de una ocasión, han hecho chistes ridiculizando a las personas con TEA. Son momentos bastante desagradables.
Mi hijo en este sentido lo lleva bien, no tiene la necesidad de salir de momento, porque siempre ha sido muy casero. Pero si es cierto, que su mundo ahora está patas arriba, porque ha perdido su rutina diaria al tener que estar encerrado en casa.
Además, nos pregunta mucho sobre el coronavirus, está nervioso, preocupado y agobiado por el tema y tiene mucho miedo a contagiarse.
A raíz del confinamiento la forma que tiene de expresarse o dirigirse a nosotros es bastante dura a veces, lo noto más agresivo, y me preocupa que esto pueda desencadenar en una crisis incontrolada.
Pero, sobre todo, lo que más me angustia a día de hoy es que pueda contagiarse y el sistema sanitario no sepa cómo atender adecuadamente a una persona con TEA en esta situación.